La primera vez que escuché el nombre de La Divina, pensé: ¿cómo puede alguien hacerse llamar así, por mucho personaje creado?. Me dijeron que era una bloggera fashion, que hacía del bolso chanel modelo tal (disculpen mi desconocimiento de la cosa) el mayor tesoro que tener quisiera… Y me dije: cada uno es como es y tú tienes que hacer una entrevista para un reportaje.
La primera, no en la frente, en el desconcierto directamente, porque no podía hablar con ella, con Divina, por teléfono y muchísimo menos en persona. Tuve la sensación de que me enfrentaba a un burka del anonimato. Y seguí como si tal cosa. Hablamos, es un decir por mensajería instantánea y me contó y le pregunté… y todo ello en una entrevista silenciosa, en la que sólo oía el sonido de las teclas al presionarlas para escribir.
Ahora, he vuelto a hablar con Divina, no sé cómo se llama ni falta que me hace. Hablabamos hoy sobre su novela Desde mis tacones (Esencia Editorial). Una historia ¿glamourosa?. ¿Una historia de víctimas de la moda?. ¿Una historia de pijas?. Confieso que no he podido leerla todavía pero no quería dejar pasar la ocasión de volver a hablar con ella, nuevamente es un decir (es que creo que nunca me acostumbraré a sustituir la relación cara a cara por la relación pantalla a pantalla).
Divina y sus historias y la portada de su novela parecen un conjunto de sucesos frivolones del tipo ¡oins, que me despeino si me miras…! y sin embargo, creo no equivocarme al afirmar (¡lo siento, Divina!) que de frívola tiene lo que una de coqueta: todo, cuando hay que ponerse. Y que de tanto roce, con los divos, con los dioses de la moda y las tendencias, el cariño se hace y se materializa, pero de cuando en vez le asoman retazos de normalidad cotidiana, de empatía, de mujer agradable y cercana que ¡oh, Divina! rápido se apresta a disfrazar.
Pero no teman sus seguidoras, porque La Divina late en cada eres lo más de lo more aunque igualmente se hace periodista de raza (como diría el otro) y de las que se moja cuando para conocer el caso de una modelo cotizadísima se interna en un centro de desintoxicación. Allí, además de información y documentación sobrada se encontró con una, esa sí, víctima de la moda: una chica que tenía absoluta dependencia de la marca Chanel y no era broma. Las dependencias no saben ni de clases ni de modas, son tiranas siempre.
Y es que, según me dice la propia Divina, su novela retrata el mundo que se supone ¡guau! y que como el de todos los mortales tiene sus más y sus menos y a veces los sus menos se hacen fuertes. Y yo le digo, me llevo tu novela al Planeta y me la leeré y la próxima semana te llevo a Segovia en forma de crónica en el espacio de libros que tengo en Cope El Espinar. (confiesa no conocer esa ciudad y sin embargo me habla desde el centro del universo, Nueva York, donde trabaja ahora). Esto, nos decimos, hay que arreglarlo. Cualquier día nos plantamos en la ciudad castellana y nos disfrazamos de princesas medievales en el Alcazar… ¡Quién sabe!. Divina, como dices tú, ¡besis!.
Guiño cómplice…
El Boletín de historias 